Queremos dar Gracias Dios y a su Santísima Madre, por habernos permitido compartir una mañana de sentimientos y emociones en la marcha de peregrinación al Santuario en que, un grupo inspirado en el Espíritu Santo y elegido personalmente por Dios, decidió sacrificar las horas de su legítimo descanso, o de reposo por enfermedad, o posponer situaciones personales de un miércoles feriado, que rehabilita a cualquiera en la mitad de la semana para que, en un sentido de renuncia personal, llegaran puntualmente al despuntar el alba, a la Parroquia los “Doce Apóstoles” para dar inicio a esa hermosa jornada que nos honramos en compartir.
Antes de ello, en las horas previas, el sacrificio amoroso y entusiasta de un grupo de Peregrinas de la Mater, que pusieron todo su encanto y su conocida capacidad, para adornar y presentar en la mejor forma la imagen de la Mater, y si bien fueron manos femeninas la que la ornamentaron llenas de amor y oración, también fueron esas propias manos las que afiataron firmemente a su “anda” la imagen, con lo cual quedó lista para ser transportada desde muy temprano, en los viriles hombros de los Madrugadores, y otros distinguidos varones que llegaron a compartir esta caminata, dispuestos a entregar su cuota de sacrificio ofreciendo este esfuerzo como oración.
Una mañana un poco fría, pero que poco a poco fue disipando las pocas nubes existentes colmando de un hermoso manecer con un sol que nos regaló una y radiante mañana.
Niños, de esos que habla el Evangelio, que nos contagiaron con sus sonrisas y sus deseos de acompañar a María, incluso en algunos tramos llevando su floreado velo, que bajaba como una cascada azul desde las alturas de los altos hombros que la transportaban. “Dejad que los niños vengan a mí….” “Sed como niños, por que de ellos es el Reino de los Cielos”.
El tramo de marcha, aproximadamente seis kilómetros. Con espacios y tiempos dedicados a la oración del Santo Rosario, con los Misterios Gloriosos. Tiempo para el silencio y oración espiritual personal, contemplando el vaivén de las olas, oyendo el graznido de las aves, una que otro bocinazo de los vehículos que transitaba a esa hora, respetuoso silencio e invocación a Dios, de las familias o solitarios atletas que decidieron en ese feriado salir a estirar sus opúsculos en la costanera. Cantos, conversación amena, apoyo e integración en toda circunstancia y Maria presente entre nosotros, en el paso acompasado de sus varones, y después en el paso acompasado de sus damas, que también quisieron ofrendar sus hombros y transportarla en los tramos finales.
Una oración intensa, unidos en amor a Dios y a Maria, hasta las puertas del Santuario, para ser recibidos solemnemente por un grupo reducido de fieles, pero con una acogida Mariana que nos dio el Padre Jaime, que también tuvo le gentileza de despedirnos en el inicio de la breve caminata.
Lo más importante. La marcha al Santuario y la celebración más importante de nuestra vida cristiana: La Santa Eucaristía, celebrada con recogimiento y alegría.
Muchas experiencias quedan a nuestro haber, las que esperamos compartir y volcar en un resumen para que nos sirva para el “otro año”, o futuras caminatas.
Nos quedamos con la alegría de servir, de ser útiles a la causa de Maria, de haber renunciado a la comodidad del miércoles feriado y desde muy temprano entregarnos todos unidos, en oración y sentimiento en la esperanza de construir aquí en la tierra “su” Santo Reino. La gratitud que multiplica nuestro Señor a todas y todos quienes estuvieron allí, y a quienes quisieron pero no pudieron, y a quienes pudieron pero no se atrevieron, habrá otras oportunidades para ellos.